Todos nosotros somos Ruedas de Luz en continuo movimiento, en continua evolución. Vibramos en sintonía con la música invisible que asciende de la Tierra, en conexión con el silencio procedente del Cielo. Somos canales a través de los cuales el latido de la vida se manifiesta.

 

En nuestro ser anidan briznas de las entrañas más antiguas del Universo, memorias de una evolución perfecta. Somos el reflejo bellísimo de un instante infinito, en las infinitas manifestaciones de la Creación.

 

Las "ruedas de Luz", centros de energía, son “nidos” en los que descansa nuestra vitalidad y nuestra fuerza; son fuentes por las que emana armonía y claridad; son viento que nos lanza al encuentro con “el otro”; son fuego que nos empuja a la acción adecuada y alineada con el propósito de la vida.

 

Nuestras emociones son el impulso hacia el equilibrio;  sin embargo, nuestras heridas abiertas impiden el crecimiento y la salud. Cuando la mirada está nublada por movimientos de inhibición, bloqueo o negación, la rueda de la vida se detiene y nos duele. La energía, entonces, queda estancada y experimentamos una contención y debilitamiento de la capacidad para ser felices, la capacidad y destreza para rodar con alegría por los distintos terrenos allá donde el destino nos lleve.

 

Desatender el natural flujo de esta corriente vital nos empobrece, nos recluye en lugares de sombra y sufrimiento, en lugares de aislamiento emocional, físico o existencial.
 

Las ruedas o Chakras han de estar abiertas, el canal limpio, el cauce desbrozado. Para ello se hace necesario un trabajo consciente, un trabajo valiente y profundo, un trabajo de activación y limpieza del Canal a través del cual vivimos… como un alimento que nutre aunque no lo vean nuestros ojos; sana, aunque no lo sienta nuestra piel; expande, aunque no pueda dibujar su forma.

 

Somos como RUEDAS DE LUZ en movimiento, en ascenso, en eterna evolución hacia el Ser que somos, hacia el Ser que YA ES en cada uno de nosotros.